sábado, 11 de enero de 2014

¿Es hora de romper? (y II)

Los periodos históricos no siempre coinciden con las fechas del calendario. Es comúnmente aceptado que cuando hablamos de historia, el siglo XIX termina en 1914 con la Gran Guerra y no en 1901. ¿Por qué? pues simplemente la primera guerra mundial cambio tanto el panorama político que el resultado fue el nuevo mundo que nos ha acompañado hasta el final del siglo XX.  El mapa de nuestro continente en 1914 no tiene nada que ver con el de 1918, solo quedan dos imperios en pie han caído el Austro-Húngaro, el Otomano y el del Zar, quedan el francés y el inglés y este bastante debilitado. Una nueva gran potencia aparece en el panorama internacional: los Estados Unidos de América y los revolucionarios soviéticos han puesto patas arriba el tapete del juego político. En cuanto al siglo XX los historiadores y politólogos fijan su defunción el 9 de noviembre de 1989 con la caída del muro de Berlín.
En el caso que nos ocupa, España el gran catalizador de la necesidad de cambio fue la crisis económica y sus consecuencias sociales y humanas. Pero  los daños colaterales de esa dramática situación son aún más significativos por difícilmente reversibles. El descrédito de todas las instituciones del estado es mayúsculo, la desconfianza hacia todos los políticos alcanzo cuotas prácticamente irreversibles sino se procede, en el más breve plazo posible a la sustitución de una gran parte de la clase política. Sin lugar a dudas la corrupción es  el veneno más corrosivo para nuestra democracia, ese efecto destructivo se acelera en situación de dificultades económicas y de perdidas de derechos sociales. Esta lacra unida a la ceguera de toda la clase política da cancha a la aparición de tendencias políticas dispuestas a aprovechar el hastío y el asco de un electorado desencantado y asustado.
Todo esto hace que se tengan que tomar medidas claramente diferenciadas de las viejas políticas tradicionales tanto de la izquierda como de la derecha. La puesta en cuestión de esas certezas y de la manera de hacer política es la salida de futuro que necesitamos para participar en este nuevo tiempo que nos toca vivir.

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