viernes, 10 de enero de 2014

¿Es hora de romper? (I)


La duda que recorrió la izquierda, en el tardo franquismo, es decir desde el atentado de Carrero era transición o ruptura. Transición fue la opción escogida. La derecha liberal lo tenia claro quería la transición. La derecha franquista quería un régimen continuista producto de un  aperturismo limitadisimo. Europa ,en el sentido institucional también quería un transito ordenado hacia una democracia homologable por la Europa de los diez (los seis países fundadores, Reino Unido, Irlanda y Dinamarca fruto de la primera ampliación y Grecia producto de la segunda).  El objetivo ultimo de la transición se ha cumplido y no era otro que recorrer el camino entre una dictadura y una democracia moderna con el menor coste posible en vidas. Lo de la transición  incruenta es una manera de ver las cosas. Durante la transición han muerto cerca de seiscientas personas; que cada cual juzgue si son muchas o pocas lo que esta claro es que son demasiado. Para hacerse una idea podemos decir que en toda su vida ETA ejecuto a 829 personas. Para la izquierda el objetivo era claro implantar la democracia. El dilema era dictadura o democracia y no otro. Nunca se ha planteado la disyuntiva monarquía vs república como algo a resolver.
Yo creo que con más claros que oscuros, la transición ha cumplido su cometido y ha servido para darnos el periodo democrático más fructífero y más largo de nuestra historia. Pero la transición se ha terminado, aunque se puede discutir el momento preciso de ese final. Es normal, la España actual a pesar de la crisis y de las curas de caballo que nos han administrado, tiene poco que ver con la que nos dimos todos con la Constitución del 78. Y esos cambios cada vez son y serán más rápidos; cambios que van desde las mentalidades de las gentes hasta  las instituciones pasando por la apreciación del Estado. Como diría Alfonso Guerra: "a esta España no la reconoce ni la madre que la pario". La España del siglo XXI  y de la globalización tiene otras metas y otros anhelos, que no podían ni imaginarse los políticos, de finales de los años 70 del siglo XX, ni los de finales de ese mismo siglo.


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