miércoles, 23 de mayo de 2012

El 15 M cumple un año.

Un año después, de su aparición en la escena política nacional e internacional, reconozco que aún no he entendido muy bien el fenómeno del 15 M. Reconozco que este movimiento ha supuesto un cambio cualitativo en la vida publica de las democracias occidentales y en algunos regímenes autoritarios árabes.
Dejando de lado el caso de las primaveras árabes, en occidente el 15 M ha originado una serie de acciones y actitudes que fueron asumidas de forma natural por partidos políticos y por la población en general. Creo que el mayor éxito de los indignados fue dirigirse a la conciencia de la gente de tú a tú, por encima de toda diferencia real o ficticia. Otro aspecto muy positivo fue la opción explicita por la no violencia y la expulsión del movimiento de los especialistas en broncas. Pero según mi parecer el mayor acierto fue el ser capaces de proyectar la indignación del ámbito personal, que no preocupa en absoluto a la sociedad neo liberal al ámbito colectivo por no decir global.
Los indignados tuvieron otro acierto, no dejarse encerar en las plazas y convertirse en ocupas de lo público. Muchas de las peticiones planteadas en la calle ya han sido adoptadas  parcialmente por los partidos políticos. Otras han abierto un debate, en la sociedad que sera muy difícil obviar, por mucho que algunas sean rompedoras y radicalmente innovadoras.
 
                                                            Claroscuros.




Como he dicho, ciertos aspectos del movimiento del 15 M que no entiendo claramente. No entiendo el sistema asambleario a ultranza que, para mi no garantiza ni la justicia ni la democracia. La democracia necesita como mínimo la urna para garantizar la libre expresión  de las minorías. Tampoco entiendo expresiones como "todos los políticos son iguales" o "no nos representáis".
De todos modos creo que como todo movimiento nuevo, el tiempo dirá hacia donde se encamina este movimiento que ha vuelto a poner en primera pagina los problemas que de verdad tiene la gente y que con demasiada frecuencia los partidos convencionales no calibran como se merecen.

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